Bienvenido al boulevard de los sueños rotos, donde la
felicidad se sirve en vasos de chupitos, que dicen que así es más fácil
emborracharse. Aquí no pedimos un mínimo de edad, tan sólo viejas historias que
nunca nos abandonan para poder pintar las paredes de los locales y barnizar las
mesas con lágrimas ya derramadas y conocidas.
Aceptamos gente de todo tipo, aquí vienen los que no saben
mentir para armarse de valor y contar aquello que por fin quieren decir, pero
no se atreven.
Acogemos las noches de soledad y las embriagamos de la compañía
más férrea, mezclada siempre con un poco de alcohol. Que no se diga que no
curamos.
Entre copa y copa tenemos misa de domingo, para que Jesús no
beba solo. Él viene siempre con sandalias pero en nuestro boulevar se puede
andar descalzo, cuanto menos peso, más cómodas serán las ganas de volar. Y no
se preocupen, no es el único que resucita al tercer día.
No tenemos aforo limitado, aquí nunca falta espacio para más
de un corazón. Enseñamos baile de salón para poder entenderse con las dudas que
bailan por las cabezas de los soñadores. Jamás se dan pasos en falso ni se
engaña a nadie. No tenemos tejados para no poder tirarnos piedras sobre él. Y
si llueve?, preguntan algunos. Pues es evidente, nos mojamos.
Reinan las caladas suaves pero intensas. De las de pulmones
anchos y corazones maltrechos. Pero no olvide que este es un lugar pasajero.
Aquí vienen los que un día perdieron el alma por el camino, nosotros sólo le
damos fuerza para recuperarla. Aunque hay otros, los que olvidaron aquello de
la valentía, que se aferraron a las historias del pasado, haciendo del presente
su propio olvido.
Si tiene alguna historia parecida, por favor, no sea tímido
y entre. Esperamos hacerle la estancia tan corta como agradable. Eso sí, los nuevos
pagan la primera ronda.