jueves, 18 de octubre de 2012

Monólogo del amor

Nos conoceremos en algún lugar. Tal vez en la barra de un bar o comprando en un supermercado, justo en el momento en que nuestros carros se choquen. A lo mejor es en plena calle, quién sabe. Imagínate a ti ojeando una revista, quizás la misma que vaya a comprarme yo, y coincidamos en alguna opinión acerca de ella. Siempre podríamos encontrarnos en el metro, bajando en la misma parada o tal vez te vea ahí sentada, esperando que te levantes, y decida ir al mismo sitio que tú para contarte que me has encantado, que necesitaba hablar contigo y conocerte. O simplemente nos presente un amigo en común y tu sonrisa me embriague para siempre.

Y entonces yo te sonreiré a ti y después del hola, qué tal, algo en ti hará que te fijes más y te darás cuenta que existe una atracción que te gusta. No sabrás cómo definirlo. Pero te darás cuenta que yo no soy como los demás, cómo decirlo. Simplemente diferente. Así que estaremos un buen rato hablando, sin dejar de sonreír. Porque estaremos realmente cómodos. Seguramente uno de los dos se choque contra otra persona al andar porque no seremos capaces de mirar hacia el frente. Solo yo a mi izquierda y tú a tu derecha. A los ojos del otro, viendo miles de destellos salir de ellos.



Llegará la hora de decirnos hasta luego y nos daremos los números de teléfono. Nos agregaremos al Facebook y no volverá a existir una noche más corta que la primera en la que hablamos. Al día siguiente, los dos cogeremos nuestro móvil y sonreiremos al ver que el primero en levantarse ha querido dar los buenos días al otro. Me hubiera pasado toda la noche hablando contigo, una cosa parecida dirá ese whatsapp que nos atrapará en la desesperación de vernos, de mirar el móvil cada cinco minutos esperando tener más noticias. De echarnos de menos, de desearnos.

Algún sábado nos encontraremos de fiesta sin querer. Será nuestra sorpresa. La primera de muchas, o no. Qué haces aquí, no sabía que venías. Nos diremos ese tipo de cosas y otras más que a nadie le importa porque nuestros ojos estarán gritando bésame de una puta vez. Y nos dejaremos llevar por el alcohol. Y nos besaremos. Apasionadamente, nos irá la vida en ello. Será perfecto, suave pero intenso. Se nos acelerará el pulso y pensaremos que hacía mucho tiempo que no sentíamos algo así. Pero seguramente sea por el alcohol, no lo olvides.

Esa noche dormiremos juntos, cómo no. Nos detendremos a jugar a los dados del amor en cada esquina, stop, farola o bazar. Nuestros suspiros serán cada vez más fuertes y la excitación hará desaparecer cualquier persona viva de este puto mundo. Porque en el nuestro, sólo estaremos tú y yo.



Y llegaremos a tu casa después de habernos dejado la mitad de la ropa en el ascensor. Las paredes de tu hall serán la cama perfecta para empezar a despojarte de lo que te quede de tela mientras mis manos bailan con el azar. Por un momento, tus pechos serán la corona de mis labios y mi lengua jugará a ser dios en todos los lugares que te produzcan excitación. Y seguiré buscándote porque al cabo de cinco minutos no habrá un centímetro de tu piel que yo no haya examinado. Y tus manos se moverán rápidas en la misma zona que te estás imaginando ahora mismo. Y tu boca… Créeme que tu boca no tardará en chupar lo que más desearás en ese mismo momento.

Y haremos el amor. No, no sólo eso. Follaremos. Vaya que si follaremos. Nos dejaremos llevar por la magia de la noche y los tropiezos de nuestra embriaguez. Toda la noche. De hecho, amaneceremos entre los últimos gimoteos de pasión. Desgastaremos nuestros cuerpos descubriendo nuevas posturas de excitación con cada polvo mientras que el sudor se convertirá en las sábanas que nos recubran y tus gemidos, en mi banda sonora.

Finalmente, nos fumaremos un merecido cigarro y volveremos a la realidad. La puta realidad de la que no deberíamos haber salido. A partir de ahí, tal vez estemos bien unos días, tal vez semanas. Pero en una baraja tan sólo hay cuatro ases y mucha mierda. Así que, las manos del destino, tarde o temprano, nos darán una mala jugada a uno de los dos. Y, mientras uno no dejará de pensar en la otra persona, habrá alguien de los dos que simplemente el deseo se le habrá esfumado. Y así, el azar volverá a decidir entre nosotros y lo que un día pensamos que era amor se habrá ido con el último condón de aquella noche.

Pero el amor más doloroso es aquel que mata sin haber muerto antes. Y uno de los dos sufrirá y llorará. Seguirá recordando aquella noche como la más mágica de todas sin poder confiar en la persona que de verdad tiene que llegar. Así que, sabes qué te digo. A la mierda el amor. Hazme un favor, si cuando nos conozcamos no somos los indicados, ¿por qué no pasamos de esta mierda y follamos directamente?


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