Lanzábamos cohetes de rosas muertas a la luna
pensando que así,
tal vez, y sólo tal vez,
en algún otro lugar podrían vivir
Cambiamos la rutina por espinas
así duele menos, decías
Pero dolía
Regábamos el jardín con agua mezclada con un poco de ahora
y muchos mañana qué
sin saber que la mezcla era lo de menos,
que podíamos regarlo cuando quisiéramos
Antes de la última calada de ese pitillo,
el mismo que te estás imaginando,
o tras apurar la penúltima copa de vino
Pero no fue así.
Nos preocupamos de cuánto tiempo teníamos
en lugar de hacerlo eterno
y ya veremos mañana si llueve
que todavía faltan un par de horas
Entonces apagamos todos los cigarros en una hoguera de cenizas
Y ya no volvimos a beber más vino de aquellas copas
Y acabamos perdiendo el aroma de las rosas
por no saber olerlas,
cuando aún estaban vivas.
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